lunes, 2 de noviembre de 2015

Primer café filosófico: "La influencia del arte y la poesía en la sociedad"

En este café sobre la función social del arte comenzamos, como no podía ser de otra manera, dando, o intentando dar, una definición de arte. Para ello, empezamos con algunas definiciones dadas por filósofos o artistas, por ejemplo:

            “La belleza artística no consiste en la representación de una cosa bella, sino en la bella representación de una cosa” – Kant,

para luego pasar a comentarlas. Juan Pedro opina que todas estas definiciones son incompletas, ya que no tienen en cuenta la dimensión histórica que tiene el arte. Para Inés, el arte es cualquier cosa que motive un sentimiento en una persona. Inmaculada opina que es cualquier forma de expresión. Alejandro coincide en que el arte es la expresión de los sentimientos de cada persona. María Jesús va un paso más allá, y equipara el arte con la sensibilidad, con la expresión de un deseo de causar extrañeza, de salir de lo rutinario. A este respecto leemos una cita de Ortega en que se defiende precisamente eso: la irrealidad del arte, la distinción entre belleza artística y realidad. Luisfran dice que intentar definir el arte es un error, que no puede ser limitado, es algo en constante expansión, por ejemplo, en las nuevas tecnologías. Antonio dice que definir es precisamente eso, poner límites, y también hace una distinción, en el análisis del arte, entre la expresión, que es el punto de vista del autor, y la recepción, el punto de vista del público. Juan Pedro considera que el problema es que el hombre moderno está limitado por el lenguaje científico dominante, y que el arte expresa eso que no se puede expresar de otra manera. Sagrario habla a continuación de la diferencia entre el sentimiento y la sensibilidad artística. Pregunta por la función del arte, el porqué de la motivación de los sentimientos. “¿Por qué nos gusta lo que nos gusta?” Alejandro considera que la función del arte depende del punto de vista: para el artista, es un desahogo emocional o del pensamiento; para el público, sirve para adquirir riqueza cultural. María Jesús considera que el arte es siempre un acto de comunicación. Inés no está de acuerdo, y dice que no es necesario que haya un receptor, puede ser únicamente un desahogo del artista. Luisfran la apoya diciendo que un artista trabaja, por lo general, para sí mismo. Antonio cree que eso es una concepción demasiado romántica del arte. Habla del mecenazgo, y dice que la mayoría del arte tiene una motivación económica. Juan Pedro habla de cómo Tolstoi consideraba que la mayoría de lo llamado arte no lo es. Alonso comenta que una importante función del arte es la de sensibilizar. La complejidad no basta, hay que crear emoción.



En relación a una cita de Tolstoi en que este limita el arte por la utilidad y la fealdad, pasamos a hablar del arte como actividad económica. Alejandro opina que cualquier arte con objeto económico no es verdadero arte. Luisfran pone el ejemplo de una productora de música que se mueve solo por dinero, y le pregunta si de verdad, si eso consigue conmover al público, no es arte. Alejandro contesta que no tiene por qué serlo. Juan Ramón dice que el arte, aunque esté sujeto a circunstancias económicas, consigue trascender eso. Que una obra sea de encargo no condiciona que emocione a la gente, el artista consigue que su obra perviva. Antonio considera que excluir el arte de la actividad económica resulta idealizarlo, que los artistas deben mantenerse. Esa función la cumplían los mecenas y, actualmente, los museos. Sagrario también opina que excluir el arte económico es condenarlo. Propone distinguir entre la obra de arte como producto y el proceso de creación. El producto es accesible al público, de estudiar el proceso se encargan la psicología del arte o la sociología del arte. Luisfran, a propósito del comentario de Antonio sobre los museos, dice que son necesarios para la pervivencia y clasificación del arte. Alejandro se pregunta, en relación a la pervivencia, qué ocurre con el arte efímero: grafitis sobre los que se pinta, gastronomía… ¿Acaso no es arte?



Después, pasamos a hablar del arte como instrumento social, como útil para educar (según la idea griega) o para apoyar al pueblo (como pensaba Lorca). Antonio opina que el arte siempre ha estado al alcance de las masas. Juan Pedro dice que no es así, que ha estado muy restringido. Antonio acepta que hay artes que siempre han sido minoritarios, y que se debe educar el gusto para entenderlos. Inmaculada sugiere que quizá el arte estaba al alcance del pueblo, pero no la educación para interpretarlo. Antonio contesta que la idea del arte para ser analizado, del arte “museizado”, no es la única que hay. María Jesús añade que hay arte nacido con finalidad práctica: la arquitectura, las iglesias, por ejemplo. Arte donde importa el mensaje, y donde la interpretación artística viene después. Juan Pedro dice que el arte es histórico, avanza con la sociedad y refleja su tiempo. David contesta que esa es una interpretación arbitraria, ya que actualmente, por ejemplo, hay muchos tipos de arte. Juan Pedro responde que eso se debe a la mentalidad de nuestra sociedad, donde todo vale. Respecto a la función didáctica, dice que, si el arte la ha tenido, ha fracasado, poniendo el ejemplo de las Guerras Mundiales o la bomba atómica. Alejandro no está de acuerdo: dice que el arte sirve para educar, pero esa educación no tiene por qué ser positiva, varía con el tiempo. La pretensión de perfección en el ser humano es descabellada. No se puede caracterizar el arte de inútil solo por los fracasos de la sociedad.

El café termina sin llegar a una conclusión. Una cosa parece clara: el arte no tiene una única función, es más, parece que tiene infinitas. Económica, histórica, didáctica, transgresora… Y a veces la sociedad está demasiado sorda para oír lo que el arte tiene que decir.


            “En este momento dramático del mundo, el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas.” – Lorca, 1936

miércoles, 14 de octubre de 2015

Bienvenidos al café filosófico

La filosofía no es –no debe ser- una materia puramente académica. La filosofía no debe estar reservada a los eruditos. “Le bon sens est la chose du monde la mieux partagée […] cela témoigne que la puissance de bien juger, et distinguer le vrai d’avec le faux, que est proprement ce qu’on nomme le bon sens ou la raison, est naturellement égale en tous les hommesˮ, dice Descartes al empezar su Discurso del método. Todo el mundo tiene la facultad de juzgar bien. La filosofía –la verdadera filosofía- es la voluntad de utilizar esa capacidad. Eso no se consigue en aulas o instituciones, aunque se impulse en las aulas o desde instituciones. Esta debe ser una actividad pública y universal.

Ese es el objetivo del café filosófico. No se trata de debatir abstractas teorías metafísicas, no es esa la filosofía que conlleva. Se trata de hablar de la vida. Hablar, pero con dos requisitos previos y fundamentales: escuchar y reflexionar.

Abrimos una nueva etapa en los cafés filosóficos en Salamanca. Invitamos a todo el que esté interesado en participar en estos coloquios, en escuchar o ser escuchado, a acudir y aportar sus ideas con la confianza de que son tan válidas como las de cualquier otro. Os esperamos.

Todos los hombres y todas las mujeres son filósofos”. – Karl Popper